Teoría Geocéntrica y Heliocéntrica

Los fenómenos astronómicos han intrigado a la humanidad desde épocas muy remotas, ya que entender la sucesión del día y la noche, las fases de la luna, la sucesión de las estaciones, la cuenta de los años, ... le ha sido necesario para desarrollar la agricultura, la ciencia y en general la cultura.

La Teoría geocéntrica es una antigua teoría que coloca la Tierra en el centro del universo, y los astros, incluido el Sol, girando alrededor de la Tierra. El geocentrismo estuvo vigente en las más remotas civilizaciones. Fue formulada por Aristóteles en el siglo IV aC, y completada por Claudio Ptolomeo en el siglo II dC, en su obra Almagesto, en la que introdujo los llamados epiciclos, ecuantes y deferentes. Esta teoría estuvo en vigor hasta el siglo XVI dC, en que fue reemplazada por la teoría heliocéntrica de Nicolas Copernico.

No todos los griegos aceptaban el modelo geocéntrico. Algún pitagórico (Filolao en el siglo IV aC) creyó que la Tierra podía ser uno de los varios planetas que circundaban en un fuego central. Aristarco de Samos (siglo II a.c.) fue el más radical. Escribió un libro, que no ha sobrevivido, sobre el heliocentrismo, diciendo que el Sol era el centro del Universo, mientras que la Tierra y otros planetas giraban alrededor suyo. Su teoría no fue popular.
Aunque resulte increíble creer que la teoría propuesta por Ptolomeo, haya estado vigente por tanto tiempo, es natural que esto sucediera debido al poder de credibilidad que tenían los griegos y sus ciudadanos mas estudiados como Platón y Aristóteles.


El modelo geocéntrico de Aristoteles (384-322 a.C.)
En la Grecia Clásica se manejaba el modelo, propuesto por Aristóteles, en el cual la Tierra era el centro del Universo y todos los cuerpos celestes estaban colocados en esferas concéntricas que giraban a diferentes velocidades; así, en la primera esfera estaba colocada la luna, en las siguientes estaban Mercurio y Venus, seguían el Sol y el resto de los planetas conocidos y finalmente una esfera que contenía a las estrellas fijas. Con este modelo no se podía explicar algunos fenómenos, como la variación de la brillantez de los planetas y su movimiento retrógrado, esto es, visto desde la tierra un planeta parece a veces que se mueve hacia atrás y otras hacia adelante, con relación a las estrellas fijas.


El modelo heliocéntrico de Aristarco de Samos (siglo II a.C.)
Aristarco aceptó la idea -propuesta con anterioridad por  Heráclides de Ponto (siglo IV a.C.)- de que la hipótesis de la revolución diaria de  la Tierra sobre su eje era más lógica que la increíble traslación diaria de todas  las estrellas fijas y planetas en torno a la Tierra.  Partiendo de esta idea, Aristarco propuso un heliocentrismo que afirmaba que todos los planetas, incluida la Tierra, giraban en torno al Sol, el cual  ocupaba el centro del Universo.  Su modelo heliocéntrico (que no tuvo seguidores en su época, dominada por la concepción geocéntrica) encontraría mayor precisión y detalle en el sistema de Copérnico, ya en el siglo XVI.


El modelo geocéntrico de Ptolomeo  (siglo II d.C.)
Ptolomeo desarrolló un original sistema de cálculo matemático que basado en la geometría pitagórica del “circulo y la recta” y tomando como base la cosmología geocéntrica aristotélica, describía el movimiento de los planetas mediante una combinación  de circunferencias que se ajustaban con notable precisión al movimiento aparente de los planetas, movimientos que la astronomía de posición anotaba cuidadosamente en tablas, las cuales reflejaban las posiciones de los astros a lo largo del año y permitían prever las posición exacta de una estrella en un día y a una hora determinada: el valor de estos datos era vital para la navegación nocturna.
Las razones por las que Ptolomeo recurrió  de nuevo al geocentrismo -ignorando la hipótesis de Aristarco- y a la geometría pitagórica para explicar el aparente movimiento de los planetas como la combinación de órbitas circulares, hay que buscarla en la autoridad de Aristóteles.
Para simular el movimiento aparente de los planetas,  la astronomía ptolemaica necesitó utilizar ya un total de 80 combinaciones órbitas circulares que denominaban deferentes y epiciclos. La deferente -repetimos- es la órbita mayor de un planeta cualquiera y el epiciclo es una subórbita sobre la deferente en la que se mueve ese planeta. Además, para que las observaciones de los planetas coincidiesen con el modelo geocéntrico de Ptolomeo, tuvieron que suponer también la existencia de los ecuantes, centros imaginarios en los que la Tierra debería estar para que el  cálculo geométrico saliese correcto, pese a que se afirmaba que ésta debería encontrarse siempre en el centro del sistema. Naturalmente, esta contradicción constituiría a la larga un auténtico “talón de Aquiles” para el sistema geocéntrico.
A pesar de estas notables deficiencias y de asumir que la combinación de deferentes y epiciclos generaría obviamente un movimiento espiral y no circular, la teoría geocéntrica fue hegemónica durante los catorce siglos  que van desde Ptolomeo hasta Copérnico debido a la capacidad de este artificio geométrico para predecir los movimientos de los planetas y ante la inexistencia de una teoría astronómica rival capaz de responder a los desafíos del cálculo de la posición de los planetas.
  • Los planetas se mueven en círculos perfectos llamados epiciclos.
  • El centro de los epiciclos sigue un círculo perfecto alrededor de la Tierra, llamado deferente.
  • El centro de la deferente no coincide con la posición de la Tierra.
  • Existe un punto, el ecuante, respecto al que el planeta se mueve siempre a la misma velocidad.






La Teoría Heliocéntrica de Nicolás Copérnico  (siglo XVI d.C.)
En el siglo XVI, Nicolás Copérnico publicó un modelo del Universo en el que el Sol (y no la Tierra) estaba en el centro. Las anteriores hipótesis se mantenían desde el siglo II, cuando Ptolomeo había planteado un modelo geocéntrico que fue utilizado por astrónomos y pensadores religiosos durante muchos siglos. Copérnico planteó y discutió el modelo heliocéntrico en su obra "De revolutionibus orbium coelestium" que se publicó justo antes de su muerte en 1543. La teoría de Copérnico establecía que la Tierra giraba sobre sí misma una vez al día, y que una vez al año daba una vuelta completa alrededor del Sol. Además afirmaba que la Tierra, en su movimiento rotatorio, se inclinaba sobre su eje (como un trompo). Sin embargo, aún mantenía algunos principios de la antigua cosmología, como la idea de las esferas dentro de las cuales se encontraban los planetas y la esfera exterior donde estaban inmóviles las estrellas.