Los acumuladores o baterías de plomo son un tipo de batería
muy común en vehículos convencionales, no híbridos. Suelen proporcionar una
tensión de 6 V, 12 V u otro múltiplo de 2, ya que la tensión que suministra
cada celda es de 2 V. Pueden suministrar unas intensidades de corriente
relativamente grandes, lo que las hacen ideales para los motores de arranque.
Aunque su utilización y forma más conocida es la batería de
automóvil, este acumulador tienen muchas aplicaciones.
Estas baterías están formadas por un depósito de ácido
sulfúrico y dentro de él un conjunto de placas de plomo, paralelas entre sí y
dispuestas alternadamente en cuanto a su polaridad (positiva (+) y negativa
(-). Para evitar la combadura de las placas positivas, se dispone una placa
negativa adicional, de forma que siempre haya una placa negativa exterior.
Generalmente, en su fabricación, las placas positivas están recubiertas o
impregnadas de dióxido de plomo (PbO2), y las negativas están formadas por plomo
esponjoso. Este estado inicial corresponde a la batería cargada, así que el
electrolito agregado inicialmente debe corresponder a la batería con carga
completa (densidad 1,280 g/ml). Según el número de placas, la corriente
(intensidad) suministrada será mayor o menor. Debajo de las placas se deja un
espacio para que se depositen eventuales desprendimientos de los materiales que
forman las placas. Para que no haya contacto eléctrico directo entre placas
positivas y negativas, se disponen separadores aislantes que deben ser
resistentes al ácido y permitir la libre circulación del electrolito.
El acumulador de plomo está constituido por dos tipos de
electrodos de plomo que, cuando el aparato está descargado, se encuentra en
forma de sulfato de plomo (PbSO4 II) incrustado en una matriz de plomo metálico
(Pb). El electrolito es una disolución de ácido sulfúrico tal que su densidad
es de 1,280 +/– 0,010 g/ml con carga plena y que bajará a 1,100 g/ml cuando la
batería esté descargada.